FUENTES IDENTIFICADAS, VELADAS, ANÓNIMAS, OMITIDAS
Tratándose de las fuentes de información utilizadas por los periodistas, los lectores no podemos responder varias preguntas clave:
¿Por qué unas fuentes son presentadas y otras omitidas en los textos publicados?
¿Por qué, entre las incluídas, unas aparecen identificadas, otras en cambio están veladas y otras son anónimas? ¿Será acaso porque las identificadas disfrutan de una calidad reconocida que las veladas y las anónimas no tienen? ¿O porque proporcionan los datos más importantes, más "reveladores"? ¿O, lisa y llanamente, porque identificar a las otras perjudicaría a esas fuentes o a los periodistas y los propios periódicos relacionados con ellas?
Unas fuentes están cabalmente identificadas ante el lector. Otras, en cambio, aparecen veladas con velos que, a un mismo tiempo, revelan algo de ellas -por eso no las denomino, como es de uso común, "anónimas"- pero impiden su identificación. Otras, sin velo alguno, son estrictamente anónimas. Otras, en fin, no sabemos si han sido utilizadas o no en la producción de relatos informativos: si por otras vías llegamos a saber que han sido utilizadas, las llamo fuentes omitidas (por los autores en los textos publicados).
Las fuentes veladas y las fuentes anónimas concitan sospechas que mediante la lectura de los textos que las incluyen no podemos despejar. ¿Por qué no aparecen identificadas? ¿Acaso necesitan ellas del velo o del anonimato para cubrir sus infidencias y traiciones? ¿Para evitarse riesgos mayores al comunicar datos que otros, poderosos, querrían blindar con el secreto?
No podemos saber qué ocultan esos velos y esos anonimatos, ni, tratándose de velos, quiénes los han puesto y por qué motivos.
Tampoco podremos saber si en un texto publicado el reiterado uso periodístico de los velos cubre
1/ una sola fuente, haciéndola aparecer como pluralidad de fuentes, tantas como velos;
2/ varias fuentes, haciéndolas aparecer como si fueran una sola bajo un mismo velo;
3/ ninguna fuente, en cuyo caso el velo enmascara la inexistencia de fuentes.
Tampoco podemos saber -si creemos que velos y anonimatos ocultan fuentes reales- si presentarlas así ha sido
1/ decisión del autor del relato publicado,
2/ exigencia de la fuente para comunicar sus datos, o
3/ pactada entre el autor y la fuente.
Los velos y los anonimatos suscitan dos explicaciones antagónicas:
- positiva: Protegen a las fuentes y enriquecen a los lectores haciéndoles llegar datos que de otro modo permanecerían en el secreto. Refuerzan por ello la vigencia del derecho a la información y la libertad de la prensa.
- negativa: Favorecen a fuentes, periodistas y periódicos manipuladores de los lectores, sobre todo de los lectores ingenuos o apresurados que ni siquiera sospechan de una posible manipulación. Incrementan por ello los abusos de las fuentes ligadas al poder político, económico, mediático. Y castigan de hecho a todos nosotros, lectores, puesto que no podemos saber si las fuentes veladas o anónimas cubren casos de
filtraciones reales: reveladoras de datos que los actores involucrados querrían mantener en el secreto, o
filtraciones simuladas: suministradas en realidad por los actores involucrados pero de manera informal, bajo la promesa de los periódicos de no identificarlos en sus textos, a modo de globo sonda que les permitiría a esos actores conocer cómo reaccionan otros actores y cuáles son las tendencias y preferencias de los lectores.
Dicho de otro modo: Para conocer si una filtración es real o simulada hace falta una investigación ulterior que lo determine. Y rara vez la hacen los periodistas, como lo comprueba la entrada precedente.
¿Por qué unas fuentes son presentadas y otras omitidas en los textos publicados?
¿Por qué, entre las incluídas, unas aparecen identificadas, otras en cambio están veladas y otras son anónimas? ¿Será acaso porque las identificadas disfrutan de una calidad reconocida que las veladas y las anónimas no tienen? ¿O porque proporcionan los datos más importantes, más "reveladores"? ¿O, lisa y llanamente, porque identificar a las otras perjudicaría a esas fuentes o a los periodistas y los propios periódicos relacionados con ellas?
Unas fuentes están cabalmente identificadas ante el lector. Otras, en cambio, aparecen veladas con velos que, a un mismo tiempo, revelan algo de ellas -por eso no las denomino, como es de uso común, "anónimas"- pero impiden su identificación. Otras, sin velo alguno, son estrictamente anónimas. Otras, en fin, no sabemos si han sido utilizadas o no en la producción de relatos informativos: si por otras vías llegamos a saber que han sido utilizadas, las llamo fuentes omitidas (por los autores en los textos publicados).
Las fuentes veladas y las fuentes anónimas concitan sospechas que mediante la lectura de los textos que las incluyen no podemos despejar. ¿Por qué no aparecen identificadas? ¿Acaso necesitan ellas del velo o del anonimato para cubrir sus infidencias y traiciones? ¿Para evitarse riesgos mayores al comunicar datos que otros, poderosos, querrían blindar con el secreto?
No podemos saber qué ocultan esos velos y esos anonimatos, ni, tratándose de velos, quiénes los han puesto y por qué motivos.
Tampoco podremos saber si en un texto publicado el reiterado uso periodístico de los velos cubre
1/ una sola fuente, haciéndola aparecer como pluralidad de fuentes, tantas como velos;
2/ varias fuentes, haciéndolas aparecer como si fueran una sola bajo un mismo velo;
3/ ninguna fuente, en cuyo caso el velo enmascara la inexistencia de fuentes.
Tampoco podemos saber -si creemos que velos y anonimatos ocultan fuentes reales- si presentarlas así ha sido
1/ decisión del autor del relato publicado,
2/ exigencia de la fuente para comunicar sus datos, o
3/ pactada entre el autor y la fuente.
Los velos y los anonimatos suscitan dos explicaciones antagónicas:
- positiva: Protegen a las fuentes y enriquecen a los lectores haciéndoles llegar datos que de otro modo permanecerían en el secreto. Refuerzan por ello la vigencia del derecho a la información y la libertad de la prensa.
- negativa: Favorecen a fuentes, periodistas y periódicos manipuladores de los lectores, sobre todo de los lectores ingenuos o apresurados que ni siquiera sospechan de una posible manipulación. Incrementan por ello los abusos de las fuentes ligadas al poder político, económico, mediático. Y castigan de hecho a todos nosotros, lectores, puesto que no podemos saber si las fuentes veladas o anónimas cubren casos de
filtraciones reales: reveladoras de datos que los actores involucrados querrían mantener en el secreto, o
filtraciones simuladas: suministradas en realidad por los actores involucrados pero de manera informal, bajo la promesa de los periódicos de no identificarlos en sus textos, a modo de globo sonda que les permitiría a esos actores conocer cómo reaccionan otros actores y cuáles son las tendencias y preferencias de los lectores.
Dicho de otro modo: Para conocer si una filtración es real o simulada hace falta una investigación ulterior que lo determine. Y rara vez la hacen los periodistas, como lo comprueba la entrada precedente.
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