"EN GUERRA POR LA INFORMACIÓN MUNDIAL"
En guerra por la información mundial
Clave para las estrategias políticas, la información ha cobrado, gracias a la revolución tecnológica y de la mano de episodios bélicos, un gran impulso internacional. La pugna de gigantes mediáticos
El impacto quirúrgico de aviones cargados de pasajeros contra edificios como hormigueros gigantes -la tantas veces repetida imagen de los atentados del 11 de septiembre- dejó la certeza de que no todo lo ocurrido aquel día se vio en las pantallas de TV. No hubo muertos ni sangre ni, casi podría decirse, el espanto que producen miles de muertes. ¿Quién no recuerda acaso esos bombardeos nocturnos, presenciados por el mundo entero en pantallas verdosas, más parecidas a un inofensivo videojuego que a la realidad descarnada del frente de batalla?
No hubo entonces otras verdades ni otro relato de los hechos. Pero el avance de las cadenas mundiales de noticias, a caballo del espectacular desarrollo tecnológico de los últimos años, ha ido in crescendo desde entonces. Sin limitaciones técnicas, no hay fronteras. Y así, el concepto tradicional de soberanía luce hoy tantos agujeros como un queso gruyère. Y por esos agujeros las señales de TV cuelan las 24 horas un mensaje que llevan como el estandarte de un ejército en armas.
El campo de batalla, en rigor, no es otro que el fragmentado universo de los millones y millones de pantallas de televisión en otros tantos millones y millones de hogares en todo el planeta. Una pugna de gigantes mediáticos a cuyo elenco ya más o menos clásico de antagonistas -la norteamericana CNN, la británica BBC y la cadena árabe Al-Jazeera- se sumaron este año la señal de Al-Jazeera en inglés -que se propone a sí misma como la otra cara de la verdad- y Telesur, la iniciativa regional surgida de la Venezuela chavista y revolucionaria. Pero, además, Francia anunció para 2006 el lanzamiento de la Cadena Francesa de Información Internacional (CFII) y Rusia siguió el mismo camino con Russia Today, una flamante señal en inglés que el Kremlin quiere convertir en su voz en el mundo. Incluso China, con un papel cada vez más protagónico en el escenario mundial, tiene planes propios.
Todas estas cadenas mundiales o regionales de noticias confluyen o confluirán muy pronto en la TV por cable o en el espacio intangible de la transmisión satelital. Chocan sin producir chispas. Construyen realidades paralelas -o interpretaciones muchas veces contrapuestas de una misma realidad- en una pugna feroz por audiencias con inquietudes, necesidades y creencias sumamente diversas, a las que nada -ni la globalización misma- logró hasta ahora despojar de sus rasgos particulares.
Pero ¿por qué este esfuerzo tan descomunal? ¿Por qué se embarcan -como lo hace Rusia ahora y lo hará Francia a partir del año que viene- también los estados nacionales, además de empresas privadas como CNN, en proyectos que requieren presupuestos multimillonarios? ¿Cuál es el rédito para los gobiernos si no es, obviamente, el estrictamente publicitario que persigue todo canal abierto?
Al presentar días atrás en París la nueva señal internacional francesa de noticias, el presidente Jacques Chirac ofreció algunas claves. "Se trata -afirmó- de transmitir por todo el mundo los valores de Francia y su visión del mundo". Y añadió que para lograr este objetivo, en un mundo en el que los teóricos nos han enseñado que lo real es -antes que nada- lo que pasa por TV, "hay que estar en la primera línea de la batalla de imágenes mundial".
La metáfora del enfrentamiento bélico parece ineludible. Y así planteada la cuestión, las imágenes transmitidas por los canales bien podrían pensarse como las huestes y las armas del pasado, y la mentada "visión", la bandera a plantar en el territorio extranjero. No por nada la prensa internacional bautizó el proyecto del gobierno de Chirac -antes incluso de su creación- como una "CNN a la francesa", una alusión quizá simplista a la conquista del espacio informativo que logró la cadena norteamericana en sus albores, en coincidencia con la primera Guerra del Golfo.
Imponer un relato
Una década después de aquel conflicto, la importancia vital de la información -para la construcción de estrategias políticas- volvió a escena con los atentados del 11 de septiembre y las guerras en Afganistán e Irak. Aunque la dimensión en esos casos es mucho mayor, la conquista de las pantallas y la imposición de un mensaje determinado se plantean ahora casi en los términos en que, durante la Guerra Fría, la radio se convirtió en el vehículo ideal para atravesar la Cortina de Hierro.
"La expansión comunicacional -explica en diálogo con LA NACION el sociólogo Luis Alberto Quevedo, director del Area Comunicación de Flacso- coexiste con la interpretación de que el flujo y el tipo de información son elementos fundamentales para la política y la guerra. Esto fue claro en la invasión estadounidense de Irak, con los periodistas que acompañaron a los soldados [embedded, en inglés] y respetaron los lineamientos informativos que impuso la Casa Blanca a los medios norteamericanos."
Así, el manejo o dominio de la información resulta una cuestión tan estratégica para los Estados como lo fue siempre, pero si antes el control informativo se hacía muchas veces mediante la censura, eso ya no es posible hoy en día. "Lo que existe ahora es una política activa para imponer un relato", dice Quevedo.
¿Por qué? Una respuesta está en el poder que a su vez ganaron las audiencias. Para Quevedo, hay mucho de invisibilidad en los mecanismos de decisión política, pero cada vez más estos procesos tienen que ver con la opinión pública, lo que ésta aprueba o desaprueba. En la Argentina y en todo el mundo, sobre todo en países democráticos, la información -cómo se la crea y cómo circula- es determinante. "En Estados Unidos -explica Quevedo- antes de la invasión a Irak, hubo una construcción mediática muy evidente de las condiciones para ir a la guerra, con campañas de miedo ante lo que se mostraba como inminentes atentados contra puentes y subtes y la creación de versiones de todo tipo. Esto facilitó lo que luego fue una decisión militar."
También a modo de ejemplo podría señalarse que la proyección regional del chavismo -más facilitada ahora por Telesur, cuyo propósito declarado es convertirse en un contrapeso del predominio de la visión norteamericana sobre la región- le sirve a Hugo Chávez no sólo para expandir su voz en el continente, sino también para construir legitimidad en su propio país, toda una vuelta de tuerca de la globalización informativa.
Hasta fines de los años 70, explica el semiólogo Eliseo Verón, director de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, las cadenas de televisión eran nacionales y cumplieron un papel central en la reconstrucción de las identidades nacionales luego de la Segunda Guerra Mundial. "Pero ésa -dice- fue la prehistoria televisiva, una etapa ya terminada. Lo que está en juego ahora es la soberanía de la información". Vale decir, cómo la utilización del flujo informativo juega a favor de intereses nacionales o locales en un mundo globalizado.
Al-Jazeera, por ejemplo, le dio a Qatar un lugar en el mapa informativo mundial, y tan protagónico es el papel que logró la cadena árabe que sus oficinas en Kabul y Bagdad fueron atacadas por aviones norteamericanos durante las operaciones militares en Afganistán e Irak.
Marca país
Sin embargo, el proceso informativo gira y gana impulso a lo largo de la espiral tecnológica. Y no está atado exclusivamente a objetivos políticos o militares, sino a una agenda más abarcativa, que incluye el posicionamiento de los países en un sentido amplio.
De hecho, lo que tres décadas atrás los teóricos llamaban "penetración cultural", hoy es lisa y llanamente "marca país", es decir, comercio sin máscaras. Y las ofensivas mediáticas del pasado caen ahora bajo el concepto más amplio y amable de "public diplomacy", una forma de diplomacia que busca explotar las simpatías antes que obtener resultados mediante la acción directa. Las emisoras de radio Voice of America, Radio Free Europe y Radio Liberty son algunas iniciativas norteamericanas en este terreno. Tras los atentados de 2001 surgieron, además, Radio Sawa y el canal de TV Al-Hurra, que transmite en árabe para todo Medio Oriente.
Muchos ven en esta guerra informativa de nuestro tiempo un acto de resistencia al arrollador avance de Estados Unidos en todos los frentes, dado que el fenómeno no está al margen del más amplio proceso de globalización que, como es sabido, no ha alcanzado a todos los rincones del planteta por igual. Así lo entiende el antropólogo Néstor García Canclini, estudioso de la cultura contemporánea. Para el autor de Culturas híbridas, la aplastante hegemonía de los EE.UU. en las últimas dos décadas puede rastrearse tanto en el relato de la guerra como en la industria del entretenimiento. "Es importante tomar conciencia de que el espacio comunicacional y cultural también es un espacio de disputa", dice en diálogo con LA NACION desde Ciudad de México, donde reside. Según García Canclini, la multiplicación de las cadenas informativas, en una perspectiva amplia, se corresponde con el contexto de una expansión del comercio mundial. "Hay intereses económicos que buscan expresarse", afirmó.
El poder de las audiencias
Pero para hacerse oír, una voz necesita imponerse a las demás. Y en el nuevo escenario de guerra informativa serán muchas las voces y cada vez mayor la competencia, según anticipa Eliseo Verón al señalar otro rasgo del actual fenómeno. ¿Qué significa esto? "Que cada cadena va a intentar imponer su mensaje informativo, pero lo hará en condiciones cada vez más difíciles, por la convergencia tecnológica y por la creciente atomización del consumo", dijo el autor de La semiosis social y Construir el acontecimiento. Esta hipótesis postula que las capacidades de producción y acceso a las audiencias mundiales van a ser en breve más o menos similares para todos los competidores y que serán por lo tanto los consumidores, deslocalizados en la nueva era informativa, quienes "harán" los programas, y no ya quienes los producen.
Con la explosión informativa, ¿quién es entonces el dueño de la información, quién la construye? Parece un juego de palabras, pero la pregunta algo tiene que ver con aquello de si todos hablan al mismo tiempo nadie escucha. ¿Adónde llevan esta creciente inmediatez y esta acumulación de interpretaciones de la realidad? ¿Avanzamos acaso hacia un hiperinformado diálogo de sordos?
En medio de la sobreabundancia informativa, aseguró Quevedo, "gana quien logra construir una mayor credibilidad". Y ése es el desafío que enfrentan las muchas voces que hoy confluyen y confluirán pronto en las pantallas de TV. O como afirmó a LA NACION el director de Estrategia del servicio mundial de la BBC, Fred Martenson, en última instancia, se trata de una cuestión de confianza, porque si no es creíble, la información no es tenida en cuenta.
Vale también aquí la opinión de Jorge Gestoso, el periodista uruguayo que durante años fue la "cara" de la CNN en América latina y que ahora tiene su propia productora de televisión -Gestoso Television News (GTN), cuyas entrevistas se pueden ver en la Argentina los sábados en América 24-. En diálogo desde Washington, observó: "Lo que la gente ve muchas veces en las cadenas anglosajonas -que inspiran ahora la creación de otras cadenas nacionales- es que no logran despegarse de su propia idiosincrasia". Y más aún, "parecen reflejar una visión del mundo que no siempre representa la de sus audiencias, y eso genera una reacción".
A su entender, proyectos como los que anunció el gobierno francés días atrás "son esfuerzos que de alguna forma tienden a democratizar y desmonopolizar la información, porque de esa manera quien la consume tiene la opción de identificarse con una u otra visión". Y si aceptamos que la objetividad no existe, "del conjunto de estas visiones -añadió Gestoso- puede surgir una objetividad relativa mayor".
Aunque pueda dudarse de su eficacia y proyección internacional, uno de los objetivos de Telesur es justamente el de romper desde América latina el monopolio informativo de las grandes cadenas internacionales. De hecho, el chavismo duro y puro planteó su estreno en pantalla, un mes y medio atrás, en los términos de una confrontación: "Lanzamos Telesur con la clara intención de irrumpir en el orden internacional comunicacional, en contra del imperialismo cultural, el imperialismo en cualquiera de sus expresiones", dijo el ministro venezolano de Comunicación, Andrés Izarra, en la inauguración oficial de las transmisiones. "Creo que mister Bush debe estar pegado viendo Telesur", bromeó el presidente Hugo Chávez.
En diálogo con LA NACION, el director general y vicepresidente de Telesur, Aram Aaronian, prefirió sin embargo bajar las armas: "No planteamos una competencia sino ofrecer una alternativa", aseguró. Esto se tradujo, por ejemplo, en una amplia cobertura de la reciente Cumbre de las Américas en Mar del Plata, donde Chávez fue estrella de la anticumbre, y otros encuentros bilaterales entre mandatarios de la región en las últimas semanas. Y también en la difusión de los larguísimos monólogos del presidente venezolano. Pero la información de la cadena, que se podrá ver en la Argentina a partir de enero próximo, ocupa sólo el 50 por ciento de la programación, que se completa con documentales y programas musicales y de interés general.
En el caso de la francesa CFII, el ímpetu para su creación sólo ganó fuerza tras la invasión norteamericana de Irak, en marzo de 2003. El gobierno francés, un férreo opositor a la más reciente aventura bélica de la Casa Blanca, vio con enorme frustración cómo el dominio informativo de las cadenas anglosajonas -la CNN en primer lugar- llevó a que la prensa mundial no siempre reflejara en forma equilibrada los puntos de vista de aquellos líderes que no se sumaron a la coalición liderada por Estados Unidos. La idea largamente acariciada de crear una cadena francesa de noticias -que durante años durmió en una carpeta pese a que ya los atentados del 11 de septiembre pusieron en evidencia las nuevas y urgentes necesidades comunicacionales- pasó entonces a ser una prioridad para el Eliseo.
También la flamante Russia Today y la cadena china CCTV buscan instalar en el mundo visiones alternativas de la realidad. Y aunque no son éstos todos los titanes en el ring, alcanzan para dar cuenta de la batalla cada vez más encarnizada que protagonizan las cadenas informativas por la audiencia mundial.
Así, conceptos tan inasibles como flujo informativo, avanzada mediática, marca país, diplomacia pública o espacio comunicacional se cruzan como destellos en el globalizado mundo de la información, que ya no sólo es de masas anónimas como en sus inicios, sino -y sobre todo- de votantes que deciden y de consumidores claramente identificados.
Esta vuelta de tuerca del universo mediático mundial, volviendo a García Canclini, pone en foco la necesidad de difundir una perspectiva propia, de país o de región. Y vale preguntarse aquí si, teñida del indescifrable chavismo que la inspira, Telesur -señal de la que nuestro país es copropietario en un 20 por ciento- es la voz que necesita la Argentina para seducir voluntades, ganar mercados y consolidar su proyección internacional.
Por Francisco Seminario
Gigantes en pugna
La CNN nació en 1980 y en la década siguiente, en coincidencia con la primera Guerra del Golfo, se convirtió en la cadena informativa líder en todo el mundo. Tiene alrededor de 4000 empleados y oficinas en 28 países. Emite programas informativos en inglés, castellano, alemán y turco, y genera negocios por alrededor de 850 millones de dólares anuales.
La cadena estatal británica BBC inició sus transmisiones de TV en 1922 y construyó desde entonces una sólida reputación de independencia editorial. Su programación es exclusivamente en inglés, pero a partir de 2007 emitirá también en árabe. En total, el servicio mundial de la BBC tiene unos 200 empleados.
Con sede en Qatar, la señal satelital Al-Jazeera nació en 1996. Su compromiso, declara, es con las audiencias árabes y no con los gobiernos, pero su financiamiento proviene principalmente del emirato. Tras los atentados de 2001 surgió como una alternativa regional a las cadenas anglosajonas. En marzo próximo lanza una señal informativa en inglés.
Bajo control de la estatal France Télévisions y participación de la privada TF1, la Cadena Francesa de Información Internacional (CFII) comenzará a transmitir a fines de 2006. Contará con 240 periodistas y financiamiento por 80 millones de dólares. Emitirá en francés, con un segmento en inglés, y en la primera etapa se verá sólo en Europa, Africa y Medio Oriente.
Telesur, la cadena de capital estatal venezolano (51%), argentino (20%), cubano (19%) y uruguayo (10%), inició sus emisiones en octubre pasado, desde Caracas, pero la información ocupa por ahora sólo la mitad de la programación. Tiene 160 empleados y nueve corresponsalías.
La cadena Russia Today de información en inglés busca al igual que sus competidoras instalar en el mundo una visión alternativa de la realidad. Fue lanzada este mes por el Kremlin y cuenta con unos 500 empleados, 80 de ellos extranjeros.
Parte de un gigante estatal de 16 canales, la cadena china CCTV orientada al extranjero, emite en inglés, castellano y francés, pero su contenido no es sólo informativo.
Copyright 2005 SA LA NACION Todos los derechos reservados
Clave para las estrategias políticas, la información ha cobrado, gracias a la revolución tecnológica y de la mano de episodios bélicos, un gran impulso internacional. La pugna de gigantes mediáticos
El impacto quirúrgico de aviones cargados de pasajeros contra edificios como hormigueros gigantes -la tantas veces repetida imagen de los atentados del 11 de septiembre- dejó la certeza de que no todo lo ocurrido aquel día se vio en las pantallas de TV. No hubo muertos ni sangre ni, casi podría decirse, el espanto que producen miles de muertes. ¿Quién no recuerda acaso esos bombardeos nocturnos, presenciados por el mundo entero en pantallas verdosas, más parecidas a un inofensivo videojuego que a la realidad descarnada del frente de batalla?
No hubo entonces otras verdades ni otro relato de los hechos. Pero el avance de las cadenas mundiales de noticias, a caballo del espectacular desarrollo tecnológico de los últimos años, ha ido in crescendo desde entonces. Sin limitaciones técnicas, no hay fronteras. Y así, el concepto tradicional de soberanía luce hoy tantos agujeros como un queso gruyère. Y por esos agujeros las señales de TV cuelan las 24 horas un mensaje que llevan como el estandarte de un ejército en armas.
El campo de batalla, en rigor, no es otro que el fragmentado universo de los millones y millones de pantallas de televisión en otros tantos millones y millones de hogares en todo el planeta. Una pugna de gigantes mediáticos a cuyo elenco ya más o menos clásico de antagonistas -la norteamericana CNN, la británica BBC y la cadena árabe Al-Jazeera- se sumaron este año la señal de Al-Jazeera en inglés -que se propone a sí misma como la otra cara de la verdad- y Telesur, la iniciativa regional surgida de la Venezuela chavista y revolucionaria. Pero, además, Francia anunció para 2006 el lanzamiento de la Cadena Francesa de Información Internacional (CFII) y Rusia siguió el mismo camino con Russia Today, una flamante señal en inglés que el Kremlin quiere convertir en su voz en el mundo. Incluso China, con un papel cada vez más protagónico en el escenario mundial, tiene planes propios.
Todas estas cadenas mundiales o regionales de noticias confluyen o confluirán muy pronto en la TV por cable o en el espacio intangible de la transmisión satelital. Chocan sin producir chispas. Construyen realidades paralelas -o interpretaciones muchas veces contrapuestas de una misma realidad- en una pugna feroz por audiencias con inquietudes, necesidades y creencias sumamente diversas, a las que nada -ni la globalización misma- logró hasta ahora despojar de sus rasgos particulares.
Pero ¿por qué este esfuerzo tan descomunal? ¿Por qué se embarcan -como lo hace Rusia ahora y lo hará Francia a partir del año que viene- también los estados nacionales, además de empresas privadas como CNN, en proyectos que requieren presupuestos multimillonarios? ¿Cuál es el rédito para los gobiernos si no es, obviamente, el estrictamente publicitario que persigue todo canal abierto?
Al presentar días atrás en París la nueva señal internacional francesa de noticias, el presidente Jacques Chirac ofreció algunas claves. "Se trata -afirmó- de transmitir por todo el mundo los valores de Francia y su visión del mundo". Y añadió que para lograr este objetivo, en un mundo en el que los teóricos nos han enseñado que lo real es -antes que nada- lo que pasa por TV, "hay que estar en la primera línea de la batalla de imágenes mundial".
La metáfora del enfrentamiento bélico parece ineludible. Y así planteada la cuestión, las imágenes transmitidas por los canales bien podrían pensarse como las huestes y las armas del pasado, y la mentada "visión", la bandera a plantar en el territorio extranjero. No por nada la prensa internacional bautizó el proyecto del gobierno de Chirac -antes incluso de su creación- como una "CNN a la francesa", una alusión quizá simplista a la conquista del espacio informativo que logró la cadena norteamericana en sus albores, en coincidencia con la primera Guerra del Golfo.
Imponer un relato
Una década después de aquel conflicto, la importancia vital de la información -para la construcción de estrategias políticas- volvió a escena con los atentados del 11 de septiembre y las guerras en Afganistán e Irak. Aunque la dimensión en esos casos es mucho mayor, la conquista de las pantallas y la imposición de un mensaje determinado se plantean ahora casi en los términos en que, durante la Guerra Fría, la radio se convirtió en el vehículo ideal para atravesar la Cortina de Hierro.
"La expansión comunicacional -explica en diálogo con LA NACION el sociólogo Luis Alberto Quevedo, director del Area Comunicación de Flacso- coexiste con la interpretación de que el flujo y el tipo de información son elementos fundamentales para la política y la guerra. Esto fue claro en la invasión estadounidense de Irak, con los periodistas que acompañaron a los soldados [embedded, en inglés] y respetaron los lineamientos informativos que impuso la Casa Blanca a los medios norteamericanos."
Así, el manejo o dominio de la información resulta una cuestión tan estratégica para los Estados como lo fue siempre, pero si antes el control informativo se hacía muchas veces mediante la censura, eso ya no es posible hoy en día. "Lo que existe ahora es una política activa para imponer un relato", dice Quevedo.
¿Por qué? Una respuesta está en el poder que a su vez ganaron las audiencias. Para Quevedo, hay mucho de invisibilidad en los mecanismos de decisión política, pero cada vez más estos procesos tienen que ver con la opinión pública, lo que ésta aprueba o desaprueba. En la Argentina y en todo el mundo, sobre todo en países democráticos, la información -cómo se la crea y cómo circula- es determinante. "En Estados Unidos -explica Quevedo- antes de la invasión a Irak, hubo una construcción mediática muy evidente de las condiciones para ir a la guerra, con campañas de miedo ante lo que se mostraba como inminentes atentados contra puentes y subtes y la creación de versiones de todo tipo. Esto facilitó lo que luego fue una decisión militar."
También a modo de ejemplo podría señalarse que la proyección regional del chavismo -más facilitada ahora por Telesur, cuyo propósito declarado es convertirse en un contrapeso del predominio de la visión norteamericana sobre la región- le sirve a Hugo Chávez no sólo para expandir su voz en el continente, sino también para construir legitimidad en su propio país, toda una vuelta de tuerca de la globalización informativa.
Hasta fines de los años 70, explica el semiólogo Eliseo Verón, director de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, las cadenas de televisión eran nacionales y cumplieron un papel central en la reconstrucción de las identidades nacionales luego de la Segunda Guerra Mundial. "Pero ésa -dice- fue la prehistoria televisiva, una etapa ya terminada. Lo que está en juego ahora es la soberanía de la información". Vale decir, cómo la utilización del flujo informativo juega a favor de intereses nacionales o locales en un mundo globalizado.
Al-Jazeera, por ejemplo, le dio a Qatar un lugar en el mapa informativo mundial, y tan protagónico es el papel que logró la cadena árabe que sus oficinas en Kabul y Bagdad fueron atacadas por aviones norteamericanos durante las operaciones militares en Afganistán e Irak.
Marca país
Sin embargo, el proceso informativo gira y gana impulso a lo largo de la espiral tecnológica. Y no está atado exclusivamente a objetivos políticos o militares, sino a una agenda más abarcativa, que incluye el posicionamiento de los países en un sentido amplio.
De hecho, lo que tres décadas atrás los teóricos llamaban "penetración cultural", hoy es lisa y llanamente "marca país", es decir, comercio sin máscaras. Y las ofensivas mediáticas del pasado caen ahora bajo el concepto más amplio y amable de "public diplomacy", una forma de diplomacia que busca explotar las simpatías antes que obtener resultados mediante la acción directa. Las emisoras de radio Voice of America, Radio Free Europe y Radio Liberty son algunas iniciativas norteamericanas en este terreno. Tras los atentados de 2001 surgieron, además, Radio Sawa y el canal de TV Al-Hurra, que transmite en árabe para todo Medio Oriente.
Muchos ven en esta guerra informativa de nuestro tiempo un acto de resistencia al arrollador avance de Estados Unidos en todos los frentes, dado que el fenómeno no está al margen del más amplio proceso de globalización que, como es sabido, no ha alcanzado a todos los rincones del planteta por igual. Así lo entiende el antropólogo Néstor García Canclini, estudioso de la cultura contemporánea. Para el autor de Culturas híbridas, la aplastante hegemonía de los EE.UU. en las últimas dos décadas puede rastrearse tanto en el relato de la guerra como en la industria del entretenimiento. "Es importante tomar conciencia de que el espacio comunicacional y cultural también es un espacio de disputa", dice en diálogo con LA NACION desde Ciudad de México, donde reside. Según García Canclini, la multiplicación de las cadenas informativas, en una perspectiva amplia, se corresponde con el contexto de una expansión del comercio mundial. "Hay intereses económicos que buscan expresarse", afirmó.
El poder de las audiencias
Pero para hacerse oír, una voz necesita imponerse a las demás. Y en el nuevo escenario de guerra informativa serán muchas las voces y cada vez mayor la competencia, según anticipa Eliseo Verón al señalar otro rasgo del actual fenómeno. ¿Qué significa esto? "Que cada cadena va a intentar imponer su mensaje informativo, pero lo hará en condiciones cada vez más difíciles, por la convergencia tecnológica y por la creciente atomización del consumo", dijo el autor de La semiosis social y Construir el acontecimiento. Esta hipótesis postula que las capacidades de producción y acceso a las audiencias mundiales van a ser en breve más o menos similares para todos los competidores y que serán por lo tanto los consumidores, deslocalizados en la nueva era informativa, quienes "harán" los programas, y no ya quienes los producen.
Con la explosión informativa, ¿quién es entonces el dueño de la información, quién la construye? Parece un juego de palabras, pero la pregunta algo tiene que ver con aquello de si todos hablan al mismo tiempo nadie escucha. ¿Adónde llevan esta creciente inmediatez y esta acumulación de interpretaciones de la realidad? ¿Avanzamos acaso hacia un hiperinformado diálogo de sordos?
En medio de la sobreabundancia informativa, aseguró Quevedo, "gana quien logra construir una mayor credibilidad". Y ése es el desafío que enfrentan las muchas voces que hoy confluyen y confluirán pronto en las pantallas de TV. O como afirmó a LA NACION el director de Estrategia del servicio mundial de la BBC, Fred Martenson, en última instancia, se trata de una cuestión de confianza, porque si no es creíble, la información no es tenida en cuenta.
Vale también aquí la opinión de Jorge Gestoso, el periodista uruguayo que durante años fue la "cara" de la CNN en América latina y que ahora tiene su propia productora de televisión -Gestoso Television News (GTN), cuyas entrevistas se pueden ver en la Argentina los sábados en América 24-. En diálogo desde Washington, observó: "Lo que la gente ve muchas veces en las cadenas anglosajonas -que inspiran ahora la creación de otras cadenas nacionales- es que no logran despegarse de su propia idiosincrasia". Y más aún, "parecen reflejar una visión del mundo que no siempre representa la de sus audiencias, y eso genera una reacción".
A su entender, proyectos como los que anunció el gobierno francés días atrás "son esfuerzos que de alguna forma tienden a democratizar y desmonopolizar la información, porque de esa manera quien la consume tiene la opción de identificarse con una u otra visión". Y si aceptamos que la objetividad no existe, "del conjunto de estas visiones -añadió Gestoso- puede surgir una objetividad relativa mayor".
Aunque pueda dudarse de su eficacia y proyección internacional, uno de los objetivos de Telesur es justamente el de romper desde América latina el monopolio informativo de las grandes cadenas internacionales. De hecho, el chavismo duro y puro planteó su estreno en pantalla, un mes y medio atrás, en los términos de una confrontación: "Lanzamos Telesur con la clara intención de irrumpir en el orden internacional comunicacional, en contra del imperialismo cultural, el imperialismo en cualquiera de sus expresiones", dijo el ministro venezolano de Comunicación, Andrés Izarra, en la inauguración oficial de las transmisiones. "Creo que mister Bush debe estar pegado viendo Telesur", bromeó el presidente Hugo Chávez.
En diálogo con LA NACION, el director general y vicepresidente de Telesur, Aram Aaronian, prefirió sin embargo bajar las armas: "No planteamos una competencia sino ofrecer una alternativa", aseguró. Esto se tradujo, por ejemplo, en una amplia cobertura de la reciente Cumbre de las Américas en Mar del Plata, donde Chávez fue estrella de la anticumbre, y otros encuentros bilaterales entre mandatarios de la región en las últimas semanas. Y también en la difusión de los larguísimos monólogos del presidente venezolano. Pero la información de la cadena, que se podrá ver en la Argentina a partir de enero próximo, ocupa sólo el 50 por ciento de la programación, que se completa con documentales y programas musicales y de interés general.
En el caso de la francesa CFII, el ímpetu para su creación sólo ganó fuerza tras la invasión norteamericana de Irak, en marzo de 2003. El gobierno francés, un férreo opositor a la más reciente aventura bélica de la Casa Blanca, vio con enorme frustración cómo el dominio informativo de las cadenas anglosajonas -la CNN en primer lugar- llevó a que la prensa mundial no siempre reflejara en forma equilibrada los puntos de vista de aquellos líderes que no se sumaron a la coalición liderada por Estados Unidos. La idea largamente acariciada de crear una cadena francesa de noticias -que durante años durmió en una carpeta pese a que ya los atentados del 11 de septiembre pusieron en evidencia las nuevas y urgentes necesidades comunicacionales- pasó entonces a ser una prioridad para el Eliseo.
También la flamante Russia Today y la cadena china CCTV buscan instalar en el mundo visiones alternativas de la realidad. Y aunque no son éstos todos los titanes en el ring, alcanzan para dar cuenta de la batalla cada vez más encarnizada que protagonizan las cadenas informativas por la audiencia mundial.
Así, conceptos tan inasibles como flujo informativo, avanzada mediática, marca país, diplomacia pública o espacio comunicacional se cruzan como destellos en el globalizado mundo de la información, que ya no sólo es de masas anónimas como en sus inicios, sino -y sobre todo- de votantes que deciden y de consumidores claramente identificados.
Esta vuelta de tuerca del universo mediático mundial, volviendo a García Canclini, pone en foco la necesidad de difundir una perspectiva propia, de país o de región. Y vale preguntarse aquí si, teñida del indescifrable chavismo que la inspira, Telesur -señal de la que nuestro país es copropietario en un 20 por ciento- es la voz que necesita la Argentina para seducir voluntades, ganar mercados y consolidar su proyección internacional.
Por Francisco Seminario
Gigantes en pugna
La CNN nació en 1980 y en la década siguiente, en coincidencia con la primera Guerra del Golfo, se convirtió en la cadena informativa líder en todo el mundo. Tiene alrededor de 4000 empleados y oficinas en 28 países. Emite programas informativos en inglés, castellano, alemán y turco, y genera negocios por alrededor de 850 millones de dólares anuales.
La cadena estatal británica BBC inició sus transmisiones de TV en 1922 y construyó desde entonces una sólida reputación de independencia editorial. Su programación es exclusivamente en inglés, pero a partir de 2007 emitirá también en árabe. En total, el servicio mundial de la BBC tiene unos 200 empleados.
Con sede en Qatar, la señal satelital Al-Jazeera nació en 1996. Su compromiso, declara, es con las audiencias árabes y no con los gobiernos, pero su financiamiento proviene principalmente del emirato. Tras los atentados de 2001 surgió como una alternativa regional a las cadenas anglosajonas. En marzo próximo lanza una señal informativa en inglés.
Bajo control de la estatal France Télévisions y participación de la privada TF1, la Cadena Francesa de Información Internacional (CFII) comenzará a transmitir a fines de 2006. Contará con 240 periodistas y financiamiento por 80 millones de dólares. Emitirá en francés, con un segmento en inglés, y en la primera etapa se verá sólo en Europa, Africa y Medio Oriente.
Telesur, la cadena de capital estatal venezolano (51%), argentino (20%), cubano (19%) y uruguayo (10%), inició sus emisiones en octubre pasado, desde Caracas, pero la información ocupa por ahora sólo la mitad de la programación. Tiene 160 empleados y nueve corresponsalías.
La cadena Russia Today de información en inglés busca al igual que sus competidoras instalar en el mundo una visión alternativa de la realidad. Fue lanzada este mes por el Kremlin y cuenta con unos 500 empleados, 80 de ellos extranjeros.
Parte de un gigante estatal de 16 canales, la cadena china CCTV orientada al extranjero, emite en inglés, castellano y francés, pero su contenido no es sólo informativo.
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